6/11/16

El viaje.



Viajar, siempre lo he visto como un pesar, una actividad que no comprendo su fin. Y es un tanto crontradictoria ya que al estar en un lugar nuevo, los aromas, los sabores, las personas, la arquitectura me sorprenden y terminan gustandome. Luego, corrijo un poco mi afirmación. No es que no me guste estar en un sitio nuevo, me provoca intranquilidad el traslado, me mareo en los viajes terrestres y en los aereos me aburro al invertirle tiempo al no hacer nada, más que contemplar el paisaje y charlar. Uraño, maniatico, aburrido, sí.

Pero hoy no hay opción, estuve sin saberlo, o mejor dicho sin darme cuenta  en una estación de tren ya desmantelada, en ruinas, sólo con el vigilante que no hacia otra cosa mas que mirarme sin advertirme que ya no hay servicio desde hace buen tiempo. Me percarte de la perdida de tiempo una tarde que desperté, ese día tuve un sueño, te soñé, no recuerdo con precisión lo soñado pero al despertar y observar en torno, ver la humedad comiendose la estación, el polvo acumalandose en las butacas, la taquilla vacia y con los vidrio rotos y un triste viejo que acompañado de su vieja radio y un periodico que le cubre todo el rostro eran mi realidad. No recuerdo si era yo quien tomaría el siguiente tren para ir a ninguna parte, o estaba ahí esperandote. El sueño aunque enterrado en mi olvido, fresco en mi sentir me dictaba que no, no era yo quien viajaría, estaba ahi, apelmazado esperando el próximo tren a que llegarás. Lo cual, por tiempo invertido y el lugar de espera, jamás lo harias.

Llegue a casa decidido a tomar una maleta y poner en ella todo lo necesario para viajar, alejarme de la ciudad, de ti, de todo cuanto lleve mi recuerdo a ti, todo olor, sabor, arquitectura, gente cinica que me ve y sonrie por saber algo que desconozco pero sospecho y que irremediablemente me lleve, a ti. Abrí el closet de par en par y selecione con cuidado las camisas y los pantaones que me llevaria, la ropa interior y los abrigos, los libros que leria en el trayecto, los articulos de limpieza, una foto enmarcada de nosotros, se nos veía felices, los cuadernos para tomar apuntes. Tome una taza con café recién molido, miestras esperaba que fuera la hora oportuna. El sol agonizaba y la corbato empezaba aflojarseme. Tome el par de maletas, cerre la puerte, arrojé las llaves por la escalera y salí del edificio. El sol brillaba por su ausencia (ja). Y entonces volé pero no a mucha altura, el peso de las maletas me limitaban, por el sol ya no me preocuparia, esto no lo penso nunca ícaro me burle.

Después de un trayecto corto no soporté el peso y una maleta se abrio dejando que migrarán las cosas de dentro al sur, o algún lugar más cálido. Me negue a soltar la otra maleta, aunque sabia que volaría no solo con mayor altura, sino también mas rápido y comodo. La fatiga me vencio y por burlarme de ícaro, tambien caí.

Viajar, siempre lo he visto como un pesar, más si el motivo no es cambiar de aires, sino huir. 

1 comentario:

Gala dijo...

Sigo creyendo que no se necesitan maletas , solo estorban al viajar .