22/6/11

Laberinto sin Musa

I.¿Cuánto me quieres? Preguntas, mucho respondo, ¿Qué harías por mí?, te daría la vida misma, y lo sabes…

Regreso tarde voy al ensayo, apenas la miro por encima del libro, ok amor, le gruño. Me levanto y pongo unas “Arias de Vivaldi” volumen alto, ella prefiere el silencio y solo cuando no está puedo subirle lo que me apetezca. Me tumbo en el sillón y cierro los ojos para poder visualizar la música. Pienso en Philippe Jaoussky y en los castrati y en mi relación con Sophie, su gusto excesivo por el teatro, en mi propia castración, en su liviano vuelo, la voz de Philippe me estremece y no concluyo mis pensamientos, no concluyo nada, nunca lo hago.
Salgo de casa a penas con mi saco y la cajetilla de cigarros. Me estaciono fuera del teatro, dentro permanezco en la sombras y observo el ensayo, intento encender un cigarrillo pero un empleado de seguridad me invita a salir. Así es que salgo y camino sin rumbo, me detengo en una librería y aun observo que mi libro de poemas no ha vendido ni un ejemplar, la señorita de caja me hace una mueca que me dice que nadie le interesa, me alegra haberlo firmado con seudónimo, subo las solapas del saco y continuo mi andar…

II.Vuélvete a enamorar de mí, te necesito, me dices aun dormida, y me limito a ver como descienden las gotas en la ventana…

Te han dejado tres mensajes en la contestadora, no los escuchaste, me reprocha Sophie con tono autoritario, no los vi, pero en un rato regreso las llamadas, te busca el editor, necesita el artículo lo antes posible para su publicación. Está bien, en un rato me comunico. Absorbe un poco de su te sin bajar la mirada, necesitamos el dinero. Me levanto y tomo el teléfono molesto, irritado. Ajá, no te preocupes, hoy por la tarde lo envío, cuatro cuartillas, me dabas seis, un publirreportaje, entiendo, si, si, lo envío por la tarde. Y continuo leyendo mientras desayunamos en silencio. Sophie no dice nada y se levanta sin haber terminado de desayunar…

III.Dime que soy la única en tu vida, es más grítalo, que todos te escuchen…

Cinco, diez, quince minutos, no importa, parado en la vitrina de la librería, observando mis libros de poemas, aun exhibiéndose pero con una cartulina que dice oferta. Me siento en una banca y observo pasar a las personas y pienso en su conducta, en su comportamiento, y entre ese mar de gente me doy cuenta que camina ella, la que me abandono, la musa que tanto me alimento, se ve mejor que nunca, cuánto tiempo ha pasado desde que me abandono. La sigo a prisa, alcanzo a ver que entra a una Galería. Hay un poco de gente, entiendo es la inauguración, habla la responsable de la Galería, mientras me estiro para buscar a la musa, aplausos y ahora habla el escultor autor de la obra, agradece, levanta su copa y se aproxima a él mi musa, después de que él le extiende el brazo para pasarla al frente y nos dice a todos que ella es la responsable de todo y aplauden mientras le besa los labios. Me aproximan la charola con una copa y la bebo de un solo sorbo…

IV.¿Qué es peor, la indiferencia o el abandono?...

“Soñando despierto” bronce. Justo en esta escultura la encontré sentada con la copa de vino. No Había nadie más en esta sala y esta escultura de tres metros de altura era la única testigo de nuestro encuentro. No me dijo nada, se limito a verme por arriba de sus gafas y a balancear la copa en sus labios. No sabía que decirle, que reprocharle o tirarme a sus pies y pedirle perdón, por su abandono, por su indiferencia. Qué gordo te has puesto, me dijo; y me senté a su lado, te he extrañado y en estos días te he necesitado mucho. No es buena idea empezar así, me reprocho, le busco los ojos a través de las gafas. Aun danzas, le pregunto con nostalgia, me señala una escultura de la sala contigua “La danza” Estuco, es una mujer desnuda a penas cubierta con una delgada gasa en tres cuartos del cuerpo, sus cabellos al aire y en una posición que es difícil determinar si está volando o cayendo. Es bueno. Chistoph se adelanta a mencionar su nombre. Desde cuando, le pregunto, recientemente, estaba condenado, pero coincidimos un día en una librería, yo hojeaba tu libro de poemas, por cierto que malo es, no encontraste otro medio para reprochar mi abandono. Eres injusta y cruel, le susurre, y él me invito un café, continuo ignorando mi comentario. Te necesito le dije, lo siento se disculpo, no insistas, es patético. El escultorcito nos interrumpió, sentí su incomodidad al verme con ella, y me pregunto sin presentarse, ¿Le gusta amigo?, mucho, está cargado su trabajo de una magia tan familiar que resulta desconocida. Y salí de la Galería.

V.Finalmente la vida continua, cómo en el teatro…

Cuando llegue a casa comencé a escribir cuatro cuartillas para mi editor, una crítica y analogía de la escultura de Cristoph Márquez y de cómo transcurre la vida sin musa. Que se publicaría después de un publirreportaje de un spa restaurant de lujo a las afueras de la ciudad. Sophie estreno ese fin de semana una obra de un escritorcillo que soñaba con hacerle el amor a Sophie, aunque ella lo negará. Después de la obra me invito Sophie a la celebración, pero no tenía el ánimo así que camine por la ciudad a oscuras. Eche un último vistazo a la librería y la encargada me hizo señas que vendió un ejemplar, y decidí ir a celebrar en un cafecito dónde un acuarelista local exponía su más reciente trabajo y un trovador se desgarraba de dolor en cada nota. Pensé en Sophie, en su necesidad de mí, en su director homosexual y su amigo el escritorcillo, en mi musa y su frialdad, en cómo fue que me abandono, y sentía deseos de salir corriendo del café y buscarle, arrebatársela al escultorcillo. Pero me limite a pagar la cuenta y salir a comprar vino y pan.
Las penas con pan son buenas, le decía a Sophie cuando después de sus primeros ensayos llegaba a casa llorando creyendo que no era buena para la escena…
Sophie bajaba las escaleras descalza y secándose el cabello, olia a flores y a acondicionador, hablo tu editor, dice que el artículo esta bueno, que no sabe cómo le haces siempre para salirte con la tuya. Le muestro a Sophie el vino y el pan, y se disculpo, bebió mucho en la celebración y me presume mientras cortó el pan en pedazos pequeños que conoció un escultor que expone en la Galería de la Universidad. Finjo interés no tengo el ánimo de escuchar del sujeto que ahora está con mi musa y me dice que tiene una sorpresa para mí, y me regala un libro de poemas titulado “Laberinto sin musa de G. Aarón” me dijo la chica de la librería que nadie compra el libro, así es que lo hojeé y me recordó la manera en cómo escribías cuando lo hacías, desde luego, deberías regresar a la poesía me aconseja. Sophie no sabía que el librito lo publique bajo un seudónimo, pensado y dedicado a la ahora musa del escultor. Lo tome y le agradecí mientas me servía una copa, me voy a dormir, no tardes amor, y me besa los labios y sube mordiéndoselos sin apartarme la vista. Tome una hoja y un bolígrafo e intente escribir poesía, pero no pude, me hacía falta mi musa, la que ahora duerme con el escultor.

VI.Así es la vida, así es esto…

Me paro frente a la ventana y observo la ciudad de noche y bebo vino, se que ya no llegará, ahora escribo critica y ensayos sobre algún evento cultural de la ciudad. Ahora mis palabras no enamoran a nadie, se limitan a informar a opinar. La musa me abandono y ahora está con un escultor después con un músico o un pintor. Así es la vida, así es esto.

VII. Laberinto sin Musa

La ciudad duerme, por lo menos eso parece y yo cierro la persiana y duermo en el sillón leyendo los poemas de un tal G. Aarón, tan patético como yo….

A.G.Viveros
Mayo 2011

2 comentarios:

Gala dijo...

te contemplo con cautela muy por arriba de una luna ajena, no deseo nada, bueno si volver estar en casa.

Andrea Breq dijo...

ha sido una idea estupenda sentarme aquí y disfrutar de la lectura.. Me ha encantado!!

Un abrazo,

A.