Olvidaste recoger tus rosas, me las diste a guardar mientras
ibas a trabajar. Nos encontramos en la calle, ¿coincidencia? (esa mamadas de “nada
lo es” me vuela las pelotas porque el
estúpido de Lozada las decía con convicción, valiente hijo de puta). Pues
agonizan, por las noches sollozan y no dejan dormir. Esta mañana las he sacado
de la envoltura, están maltrechas, agonizan, con dificultad las he conservado
casi la totalidad de sus pétalos. Improviso un florero con una botella de coca-cola
y una de Ron ya vacía, lucen, aún tienen su encanto, tienen una belleza
panteonera y pese a que el agua es limpia se tiñe a podrido. Todas miran para
el suelo mientras desprenden uno a uno los pétalos rosados. Las coloco en la mesa y en el estante de
pinturas mientras esperan por ti.
Me aproximo a la ventana y enciendo un cigarrillo, observo
el andar de las personas, marchitas, con los pétalos desprendiéndose y con la
vista al suelo. Sé que no vendrás por ellas, las has olvidado y uno de mis pétalos
cae en sutil vaivén danzando con el frío que anuncia la proximidad de la noche. Me descubro también esperándote,
arrojo el cigarrillo y cierro la ventana.
No vendrás.
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